Semana de Todos los Santos y, como marca la tradición, de castañas y panellets, quizás la más evidente muestra de cocina de otoño. Pero estos no son los únicos productos de la temporada: granadas, boniatos, setas o membrillo están considerados de los esenciales. Con todos ellos, disponibles en el supermercado Caprabo de illa Carlemany, proponemos elaborar un menú de fiesta. ¡Ponte el delantal, que empezamos!
El aperitivo son pinchos de foie con manzana y membrillo. De primero, crema de boniato y, de segundo, conejo guisado con setas. Para los postres, granada con vino y azúcar. Para acompañar el café, panellets y castañas tostadas.
El membrillo es un fruto aromático, difícil de comer crudo y que se cocina con azúcar para obtener el membrillo. La elaboración de los pinchos es fácil: sobre una tostada pequeña se coloca una rodaja de foie y, encima, una fina de manzana, previamente marcadas en la plancha. Se corona con un pedacito de dulce de membrillo y una punta de sal gorda. ¡Una mezcla exquisita de sabores dulces y salados!
Para la crema, deben trocearse en pedacitos el boniato, la patata y el puerro, y pasarse por la sartén, con aceite y una pizca de pimienta. Una vez dorado, se pone todo en una olla con agua hirviendo, al punto de sal, y se deja cocer durante unos veinte minutos. Se pasa por la batidora eléctrica, se añade mantequilla y la suficiente agua del caldo para conseguir un espesor ideal. ¡Ya está para servir!
El conejo guisado requiere de más tiempo. Es necesario que haga chup-chup y no tener prisa, que es cuando mejor quedan los guisos. Se fríe el conejo u se coloca en la cazuela con un buen picadillo y cubierto de caldo, junto con las setas, que deben ya estar fritas. Todo ello debe cocerse a fuego lento un buen rato, para que quede suave y tierno.
Para los postres, se desgrana la granada ¾antioxidante y rica en vitamina C¾, de forma que no queden restos de piel amarilla, que son amargos. A continuación, debe dejarse en un recipiente, cubierta de vino y azúcar. Se recomienda dejar reposar unas cuarenta y ocho horas, para que absorba sabor y dulzura, y esté así en su punto para degustar.